Antioxidantes
El envejecimiento
no es algo brusco y repentino. No nos acostamos jóvenes un día y nos levantamos
al día siguiente viejos y achacosos. El envejecimiento, y las afecciones
degenerativas asociadas, es un proceso gradual que comienza desde el instante
mismo de la gestación, antes incluso del nacimiento. Es preciso, pues,
preservar al organismo de cuantas agresiones, propias y externas, contribuyan a
acelerar ese proceso. Entre ellas, la oxidación celular producida por los
radicales libres. Una prevención eficaz puede incluir, además de una actividad
o ejercicio físico moderado, tanto una dieta adecuada a cada persona y sus
necesidades, como la suplementación, en su caso, de los antioxidantes
dietéticos precisos para contrarrestar posibles disfunciones y carencias.
Antioxidantes [mayo 2001]
Las
oxidaciones, que resultan indispensables para el funcionamiento del metabolismo
humano, desempeñan también un importante papel en el proceso del
envejecimiento. El organismo se vale del oxígeno para convertir la energía procedente
de la alimentación en una forma de energía válida para la nutrición celular.
Mediante esa capacidad de quemar las calorías alimentarias, gracias a los
enzimas de sus mitocondrias, las células logran un considerable aumento del
rendimiento energético de su alimentación.
A
la vez, una parte del oxígeno activo producido en esas reacciones sale al
exterior de las células y origina moléculas o compuestos químicos sumamente
reactivos, conocidos como radicales libres. La formación de radicales libres es
una reacción en cadena a partir de un radical libre, que se une a otros
componentes celulares y los destruye. Esa reacción en cadena provoca
modificaciones irreversibles en los principales componentes de la célula, y
así, con la pérdida de actividad de los enzimas celulares, la destrucción de
los lípidos de sus membranas y la alteración de los ácidos nucleicos, avanza el
envejecimiento, tanto de las células consideradas aisladamente como del
organismo en su conjunto.
Cada
vez se admite de manera más generalizada el vínculo existente entre esos
procesos de deterioro y el desarrollo de numerosas afecciones degenerativas,
entre ellas la enfermedad de Alzheimer, aterosclerosis, cataratas, cáncer,
enfermedad de Parkinson, ..., o, cuando menos, que el deterioro causado por los
radicales libres contribuye al envejecimiento y las enfermedades relacionadas
con el mismo.
Para
hacer frente a dichos procesos, las células elaboran sustancias enzimáticas
antioxidantes ( superóxido dismutasa , catalasa , glutatión-peroxidasa ) que
actúan como catalizadores biológicos gracias sobre todo a los oligoelementos
que contienen (selenio, manganeso, zinc, cobre) y que degradan, neutralizan y
desintoxican los radicales libres.
Pero
con el paso de los años, y debido al debilitamiento prácticamente inevitable de
las enzimas antioxidantes, todos los tejidos del organismo tienden a oxidarse.
Las
mitocondrias (= partes de las células que albergan cadenas de enzimas que
intervienen en la respiración celular) producen una cantidad de energía que
varía a lo largo del día, con unos picos después de las comidas o el ejercicio
físico, en los que se consume gran cantidad de oxígeno. La producción de
radicales libres se incrementa asimismo ante situaciones como una inflamación o
la presencia de contaminantes, por ejemplo plaguicidas y herbicidas utilizados
en los alimentos producto de la agricultura normal o extensiva, no biológica o
ecológica.
Aunque
normalmente buena parte de los radicales libres presentes en nuestro cuerpo son
producidos por éste, la exposición a los radicales libres del ambiente (luz
solar, rayos X, radiación, derivados químicos), de los alimentos o las bebidas
ingeridas, aumenta en gran proporción la carga de radicales libres del cuerpo.
Es
decir, que el organismo ha de adaptar en cada instante y continuamente su
producción de antioxidantes. Cualquier alteración brusca rompe el equilibrio
existente y oxida los elementos sensibles de la célula, situación calificada
como sobrecarga oxidativa o estrés oxidante.
Antioxidantes alimentarios y suplementos
En
opinión de Mikel García Iturrioz , especialista en Nutrición y Medicina
Biológica: "La teoría radicalar ofrece la esperanza de una prevención de
fácil acceso para algunas de las patologías relacionadas con ese estrés
oxidante, ya que un suplemento de antioxidantes naturales podría reducir los
riesgos y retrasar el envejecimiento, ya que la administración de vitaminas
como las C y E ha demostrado prevenir el envejecimiento mitocondrial y, por
tanto, podría retrasar el envejecimiento celular".
Demostrado,
en 1979, que la administración de algunos antioxidantes es capaz de aumentar la
vitalidad y la longevidad media de ratones, más tarde se observó que asimismo
protege frente al deterioro de la función inmune asociada al envejecimiento. El
sistema nervioso central, por su composición, muy rica en ácidos grasos
poliinsaturados, de fácil oxidación, es particularmente sensible a dicha
oxidación, susceptible de provocar la alteración de diversas estructuras
nerviosas. En la actualidad se están haciendo ensayos con suplementos de
vitamina E administrados para retardar la evolución de enfermedades
degenerativas como Alzheimer o Parkinson.
Cuando
se busca un efecto antioxidante mediante la suplementación dietética (con
vitaminas C y E, por ejemplo), prosigue García Iturrioz: "Se utilizan
dosis que superan por mucho las recomendaciones dietéticas, ya que no se
persigue meramente evitar la aparición de enfermedades características de las
deficiencias en estas vitaminas, como el escorbuto, enfermedad producida por la
carencia de vitamina C".
Añadamos
que al igual que sucede con el efecto sinérgico de las plantas, motivo por el
que normalmente se aconseja la ingesta simultánea de varias de ellas, cuando se
toman vitaminas como suplementos suele recomendarse elegir preferiblemente
complementos polivitamínicos mejor que recurrir a la ingesta de alguna vitamina
sola.
Betacaroteno (provitamina A): protector celular que unido a las vitaminas C y E
barre y absorbe los radicales libres. Protege la vista de la luz y efectos del
sol, también la piel, y es una ayuda preventiva en arteriosclerosis y cáncer de
pulmón, piel, colon y vejiga. Presente en frutas y verduras anaranjadas y
amarillas (zanahoria, mango, melocotón, mandarina, naranja, batata) y verduras
verdes (espinaca, endivia, achicoria, lechuga, escarola, berro, nabo, tomate,
espárrago, guisante, repollo, maíz y brécol).
Vitamina C (ácido ascórbico): protege el cerebro, sistema nervioso y tejido
muscular frente a los radicales libres, y convierte la vitamina E oxidada en su
forma antioxidante. Estimula las defensas inmunológicas y es ingrediente
fundamental en la síntesis de sustancias y estructuras indispensables para el
organismo humano. Previene de resfriados y gripe, infecciones virales y
bacterianas, tumores, daños y afecciones causadas por el tabaco, y del
envejecimiento de la piel. Destacan en esta vitamina la grosella, limón, fresa,
naranja y pomelo, ají, perejil y nabo, coliflor y espinaca, avellana y
pistacho.
Vitamina E (tocoferol): su consumo regular protege de enfermedades
cardiovasculares. Entre sus propiedades, proporciona resistencia corporal,
retrasa el envejecimiento celular producido por la oxidación, disuelve los
coágulos sanguíneos, defiende los pulmones de la contaminación ambiental,
reduce el estrés y agotamiento, su acción diurética disminuye la presión
arterial; evita el aborto involuntario en el embarazo, reduce los dolores,
calambres y contracciones musculares, e incrementa la potencia y el deseo
sexual. Protege los ácidos grasos de alrededor y el interior de las células contra
el daño de los radicales libres. Por su poder antioxidante hidrata y protege la
piel; también a los glóbulos rojos, por lo que es eficaz frente a la anemia
hemolítica. Son fuentes de vitamina E el aguacate y mango, col, soja y
espárrago, aceites vegetales prensados en frío, así como germen de trigo, pan y
cereales integrales y espinacas.
Selenio:
mineral antioxidante fundamental para desactivar los radicales libres y frente
a casi todas las enfermedades asociadas a los procesos de envejecimiento. Tiene
propiedades anticancerígenas y es protector cardiovascular, estimula el sistema
inmunitario y preserva la elasticidad cutánea, es un importante desintoxicador
frente a metales pesados, alcohol y humo del tabaco, e incrementa la potencia
sexual masculina. Son ricos en selenio la cebada y trigo en grano y el germen
de trigo, plátano y mandarina, perejil, rábano, guisante y soja, coco y
anacardo, huevo en polvo, leche y queso.
Cinc:
oligoelemento necesario para que la vitamina A actúe como antioxidante, protege
los ácidos nucleicos (ARN y ADN) que constituyen el material genético humano.
Principales fuentes son el germen de trigo y centeno, copos de avena, queso y
huevos, lácteos, frutas secas y verduras. Entre los síntomas de carencia de
cinc se encuentran los trastornos del crecimiento, la caída del cabello, una
lenta cicatrización de las heridas, la pérdida del apetito, el funcionamiento
anómalo de las glándulas sexuales, la presencia de manchas blancas en las uñas,
la hipersensibilidad a las infecciones y la pérdida parcial del sentido del
gusto.
Ginkgo biloba: protector frente a la oxidación de las membranas celulares,
sobre todo la mielina de los nervios y otras células cerebrales. Sus
flavonoides, pigmentos vegetales muy activos ante los radicales libres, mejoran
el suministro de sangre y oxígeno a los tejidos y el cerebro. Eficaz en la
mejora de la memoria y otras funciones mentales.
Otros antioxidantes: entre ellos, los extractos de té verde, cardo
mariano, semillas de uva y esquisandra, el licopeno del tomate, los aminoácidos
cisteína, metionina y L-glutamina, la coenzima Q10 y el ácido alfalipoico, así
como en general cualquier planta en cuya composición abunden los flavonoides.
Restricción calórica y dieta mediterránea
Mikel
García afirma que hoy en día se acepta que la restricción alimentaria, y por
tanto calórica, consigue aumentar la longevidad máxima (= edad máxima que puede
alcanzar el miembro de una especie determinada) debido a que disminuye la
velocidad del proceso intrínseco del envejecimiento, a la vez que retrasa el
momento de aparición de un gran número de enfermedades degenerativas,
incluyendo la mayoría de los cánceres: "Esto no quiere decir que los
humanos debamos matarnos de hambre", matiza.
Su
idea básica es la de conseguir una dieta con la concentración de nutrientes
necesaria pero ajustando las calorías consumidas al gasto individual, que es
distinto en un joven que en un anciano, en una persona sedentaria que en un
deportista.
Tanto
en el tipo de alimentación como en la cantidad ingerida, la dieta mediterránea
no difiere mucho de los principios considerados como saludables. Y
continuamente aparecen más estudios que confirman las virtudes saludables,
cardioprotectora por ejemplo, de la dieta mediterránea tradicional.
Reproducimos
parcialmente, por su interés y vigencia, la Declaración de Barcelona
sobre la Dieta
Mediterránea (elaborada en un congreso celebrado al
efecto en 1996, firmada por FAO y otras instituciones y entidades entre ellas
el Ministerio de Agricultura español, transcrita del manual Envejecimiento y
calidad de vida, Madrid, 2000):
Se
entiende por dieta mediterránea: "Los saludables hábitos alimentarios
tradicionales de las gentes que han poblado durante miles de años la cuenca
mediterránea, ..., El consenso internacional existente entre la comunidad
médica y nutricional revela que la saludable dieta mediterránea tradicional
contribuye a disminuir el riesgo de padecer patologías crónicas como son las
enfermedades del corazón, el cáncer, la obesidad y la diabetes, que afectan a sectores
importantes de las sociedades desarrolladas".
Las
características esenciales de la dieta mediterránea tradicional son: "El
consumo abundante de cereales y sus derivados (pasta, pan y arroz), legumbres,
frutas, frutos secos, verduras y hortalizas, con menores cantidades de pescado,
aves, huevos y derivados lácteos y aún menores porciones de carnes. Estos
alimentos se condimentan habitualmente con aceite de oliva y se acompañan de un
consumo moderado de vino con la comida".
Actividad física
La
misma Declaración de Barcelona sostiene que una actividad física regular es una
característica de la forma de vida mediterránea y un complemento importante de
la saludable dieta mediterránea tradicional.
Asimismo,
que los niños tienen derecho a ser educados desde la primera infancia sobre los
principios de la nutrición, los alimentos, las formas culinarias y sobre el
impacto que sus preferencias alimentarias tienen en su propia salud y en el
medio ambiente.
Los
gobiernos y los poderes públicos, concluye dicha Declaración: "Deben
asegurar, por todos los medios a su alcance, que las características de la
saludable dieta mediterránea tradicional se incluyan en todas las
recomendaciones dietéticas dirigidas a la población".
Joseph
Murray y Michael Pizzorno argumentan que el ejercicio es muy importante en un
estilo de vida sano. Además de sus posibles efectos en el aumento de la
duración de la vida, el ejercicio ayuda a prevenir enfermedades
cardiovasculares y puede retardar o modificar muchos fenómenos relacionados con
la edad, por ejemplo el aumento de la pérdida de minerales en los huesos, la
disminución de la inmunidad, el incremento de los niveles de colesterol y
triglicéridos en el suero, y la disminución del rendimiento cardiovascular.
Para
ambos especialistas en medicina natural, un consumo elevado de vegetales y
frutas es esencial para un programa de prolongación de la vida, debido al alto
contenido de vitaminas, minerales, carotenos, flavonoides y fibras dietéticas
de esos alimentos.
Para
disminuir el riesgo de las enfermedades del corazón (aterosclerosis) es muy
importante además de aumentar el consumo de fibras (especialmente las que
forman gel o las mucilaginosas, tales como semillas de lino, salvado de avena,
pectina, etc.) y de aceites vegetales prensados en frío y pescado, reducir el
consumo de grasas saturadas, colesterol, azúcar y proteínas animales.
FUENTE:
Conocer Arganzuela nº 104, mayo de 2001